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viernes, 21 de agosto de 2020

Post Void #Nivel Oculto


Post Void

Primero fue el vacío, luego el dolor de cabeza y una flor de esperanza que daría luz a un santuario. Con la cabeza en la mano, aquel que soporta el dolor intenta llegar de nuevo al vacío.

Aquí estoy: con mi cabeza en la mano izquierda y una pistola en la derecha, buscando la salida a toda prisa y al mismo tiempo adentrándome cada vez más, cayendo sin límites. Avanzo instintivamente por los pasillos: corro, disparo, esquivo, sigo corriendo. Salto al vacío y repito. La vida se me escurre entre los dedos y no hay forma de evitarlo. Tan solo correr, disparar, esquivar. Todo va tan rápido que ya apenas veo sombras y solo intuyo a mis enemigos. Persigo un objetivo que desconozco. Ni siquiera sé si lo estoy consiguiendo o vuelvo constantemente al principio. Pero solo me queda esto: mi cabeza, una pistola y seguir cayendo.

Post Void es un juego demasiado rápido. Con la cabeza agarrada puedes ver como el líquido que te da la vida se derrama en unos pocos segundos. Y solo hay dos formas de evitar que se vacíe del todo: llegar hasta el fin del nivel para rellenarla al completo o matar enemigos para absorber su propio y escaso líquido. Se trata de una carrera perpetua por mantener la vida en la que un paso en falso puede condenarte. Con ello se genera una tensión poderosísima entre la velocidad y la eficiencia, entre el riesgo y la seguridad.

Post Void

Avanzar a toda prisa hasta el final del nivel puede resultar, a priori, el objetivo más obvio: al fin y al cabo, se trata de superar los once niveles que componen el juego y avanzar hasta el final del vacío, en busca de un vacío posterior. Intentarlo supone correr sin descanso, esquivar al mayor número de enemigos posible, evitar daños y matar solo a cuantos sea imprescindible para llegar al final del nivel con líquido suficiente. Es la primera técnica que adopté. Y salió mal: nunca se es más rápido que la muerte.

Después pensé en hacer lo contrario. Respirar lo justo para afinar mis disparos y acabar con todos los enemigos para recargar de forma constante mi líquido vital. Es un avance más lento, pero más seguro: siempre hay enemigos suficientes como para darte unos segundos extra y así poder, aunque más despacio, llegar más lejos. Tampoco funcionó: eran siempre demasiados.

La solución lógica debía ser buscar un punto medio. Jugar de forma equilibrada: ni obviando a los enemigos ni enfrentándome a todos ellos. Correr lo justo y disparar lo necesario. Avanzar rápido, pero sin dejar que la vida se escurra más de la cuenta. Arriesgar dentro de unos límites.

No hace falta que lo diga: esta es la peor opción. Y lo es porque el ritmo endiablado de Post Void no acepta razonamientos. No hay una forma idónea de jugarlo porque a sus exigencias en cuanto a velocidad se suma lo procedimental de sus niveles, haciendo imposible cualquier tipo de estrategia más allá del puro instinto. No obstante, sí permite una cierta adaptabilidad a través de las mejoras que se nos ofrecen al final de cada nivel y que permiten dirigir nuestra partida en varias direcciones (ser más efectivos, más rápidos o más resistentes). Con ello debemos jugar: pensando bien en qué situación estamos y cómo podríamos obtener una mayor ventaja combinando las diferentes posibilidades. Y hay que pensar bien pero deprisa, porque entre niveles apenas tendremos unos segundos para decidir nuestra mejora si no queremos caer a la siguiente fase sin poder elegir y perdiéndolas todas.

Así es el tipo de rapidez que exige Post Void: tomar decisiones prácticamente instantáneas y sin descanso entre ellas. Porque en el vacío todo va tan rápido que, al final, solo queda escoger e ir con ello hasta el final. En ese sentido, cualquier elección puede ser buena si se actúa en consecuencia y lo único que no se perdona es no tomar ninguna. Dudar siempre supone perder demasiado líquido, recibir golpes, perderse entre los pasillos asfixiantes, darse por vencido antes de tiempo.

Resulta exasperante. Pretende serlo. Pero cuando quieres darte cuenta el vacío te ha atrapado. Has caído en él y no hay vuelta atrás. Solo queda avanzar. Vivir. El juego de YCJY Games sabe retener nuestra atención a base de adrenalina, de partidas de unos pocos segundos y de una inteligentísima reducción de sus mecánicas y sistemas al mínimo. Mientras otros juegos se empeñan en añadir capas a la fórmula del roguelite, Post Void toma el camino contrario: regresar a las bases y confiar en el funcionamiento milimétrico de su esqueleto jugable, que al mismo tiempo supone una vuelta al FPS más clásico (es imposible no pensar en el DOOM original cuando jugamos a Post Void).

Con todo esto, Post Void consigue hacernos caer en su vacío y atraparnos en lo que hay después. Allí encontraremos lucidez en medio de la absoluta locura, precisión en el caos y belleza en lo horrendo. A cambio, aprenderemos a predecir lo impredecible, conocer lo desconocido y habitar lo inhabitable. Hasta que por fin podamos llegar al final: a la nada dentro de la nada. Al post vacío.

El lugar donde nada se mueve, donde la oscuridad es Dios y el silencio su predicador… un lugar de paz.

Post Void
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Post Void
Post Void consigue hacernos caer en su vacío y atraparnos en lo que hay después. Allí encontraremos lucidez en medio de la absoluta locura, precisión en el caos y belleza en lo horrendo.
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