The First Tree
Crítica
The First Tree era el único juego al que le tenía ganas en este 2017. En un año en el que hemos tenido grandes joyas (y muy esperadas) como Night in the Woods, Little Nightmares o What Remains of Edith Finch, yo estaba ensimismado viendo el tráiler de The First Tree al menos una vez a la semana.
Este pequeño juego del one-man studio David Wehle es su segunda obra, (la primera de duración completa). Y es que Home is Where One Starts es una breve joya de una media hora de duración, que a pesar de ser un juego que no brilla en lo técnico, me sirvió para considerar a su autor uno de los grandes por su afán por contar algo. Contar algo que le importa de verdad, querer trascender la pantalla y el mando y removernos por dentro es un esfuerzo titánico en un medio que se vanagloria de los nuevos sistemas de combates y que a veces sigue perdido en discusiones de vestuario sobre sus respectivas longitudes.
David Wehle se confirma en The First Tree como un autor que cuenta con un estilo y una visión propia. Al igual que en Home is Where One Starts vuelve a usar la narración en off y la exploración para abordar una historia sobre las relaciones con nuestros padres y cómo nuestras experiencias de juventud nos marcan el camino en la vida.
Si en su primera obra David Wehle se esforzó en contar una historia de un marcado carácter realista, desprovisto de cualquier artificio para transmitir una historia sincera, en esta ocasión toda la historia gira en torno a un sueño recurrente y a las conversaciones que una joven pareja tiene en la cama intentando esclarecer su significado.
De este modo, encarnamos a una zorra en busca de sus tres cachorros a través de un colorido bosque onírico, donde iremos desenterrando recuerdos de la adolescencia del protagonista mientras él le cuenta a su esposa historias que siempre están ligadas a la relación de éste con su padre.
Durante este viaje por los bosques nos encontraremos con momentos que bien podrían haber salido de Journey, momentos de gran belleza y un enorme impacto que se graban en la retina, que se entremezclan con fases abiertas en entornos grandes donde dominará el silencio en nuestro rastreo del bosque.
Sin embargo, The First Tree es una sinfonía con demasiados silencios. Estos momentos de rastreo en busca de orbes por los bosques a veces se hacen lentos por las grandes distancias entre ciertos puntos, amén de haber incluido pequeñas secciones de plataformas para conseguir los orbes (que no son necesarios para completar el juego, aunque guardan una agradable recompensa al final del juego), con unos controles poco pulidos y que terminan descentrando una experiencia narrativa y tranquila, transformándola de golpe en una serie de fases competitivas y frustrantes por conseguir unos puntos más en un marcador arbitrario, sin un impacto real.
En este aspecto, The First Tree me recuerda mucho a Lifeless Planet, otro juego de exploración creado en solitario por un único desarrollador. Al igual que en The First Tree, Lifeless Planet creaba enormes espacios abiertos que no dotaba de tensión dramática o narración alguna, y los combinaba con fases de plataformas completamente innecesarias para contar la historia que pretendía narrar.
Y es una lástima, porque cuando David Wehle se centra en la historia, en los puntos donde quiere entregar los beats narrativos, este juego deja de enseñar las costuras de su bajo presupuesto y es capaz de sacar los colores a todas aquellas obras titánicas de presupuesto millonario que prometen historias adultas por usar personajes que fruncen el ceño en ultra alta definición.
The First Tree es, ante todo, un drama de autor, creado por alguien que consigue contar algo a través de mecánicas y que (casi) nunca se preocupa de tratar de divertir al respetable. Es un juego que utiliza una belleza en su diseño para marcar un contrapunto con el estado emocional de la historia, y no para atraer las miradas del público por su talento artístico. Así, David Wehle deja entrever que para él la creación de videojuegos es una forma de expresarse. Me atrevería incluso a afirmar que para él es hasta algún tipo de forma de expiación personal. Sus obras van al grano y no se alargan para aumentar la duración para cumplir una cuota no escrita.
Por otro lado, cabe destacar que sus dos obras viven en el mismo universo, aunque en ningún caso se hace necesario haber jugado a la primera para comprender la segunda. La historia de su ópera prima se ve ampliada y dotada de un contexto mayor que recompensa a aquellos que hemos seguido su carrera con algo más que un guiño, una profundización de los personajes.
En tiempos de la hipertextualidad, de la creación de universos cinematográficos, que recuerdan más a las telenovelas de la hora de la siesta con efectos especiales de última generación que a una narración con un ápice de intención, poder acercarnos a un autor que va ampliando su universo obra a obra es admirable. Y es que, aunque David Wehle no nos muestre nunca a los personajes en sus obras, paradójicamente es un autor de personajes como sólo había visto en Firewatch, obra a la que el propio Wehle cita como referencia para The First Tree. Es poco habitual encontrarnos un videojuego tan preocupado en hacer que sus personajes sean reales.
Como única nota negativa, algo que ya ocurría en su primera obra y aquí se ha magnificado es que en algunas ocasiones el juego no nos muestra qué pretende que hagamos. No me malinterpreten, odio los juegos que te toman de la mano y te dicen constantemente lo que tienes que hacer, pero en muchas ocasiones la información es confusa, el camino no es claro o hay que interactuar con algún elemento para que la historia avance, sin que este se muestre de ninguna manera.
The First Tree es un paso de gigante en la carrera de este autor que aún no ha logrado una popularidad como otros autores independientes del medio. Quizás, la falta de algo de pulido y esa necesidad por las secciones de plataformas por encima de centrarse únicamente en la historia no le haya permitido consagrarse aún como uno de los grandes a ojos de crítica y público. Pero no cabe duda de que está destinado a serlo.
Por eso, y pese a que es un juego con bastantes defectos no puedo en conciencia dejar ir esta obra sin otorgarle nuestro sello de recomendado. Creo que nunca me había debatido tanto a la hora de conceder este reconocimiento a un título, pero siendo honesto, creo que sus virtudes como narración sobrepasan a sus fallos como juego. Denle una oportunidad y vean más allá de unas secciones de plataforma poco inspiradas y descubrirán a uno de los autores más interesantes por llegar en los próximos años.
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