Es curioso que en los tiempos que corren, cuando la gran industria dilapida recursos -el que se los pueda permitir, ¿eh, Konami? ¿SEGA?- en grandiosos proyectos que cuestan decenas -¡cientos!- de millones, todavía haya sitio para que un único creador pueda presentar su trabajo contando con un puñado de dólares. Porque el juego que ahora nos atañe, Concrete Jungle, es precisamente eso, la humilde obra de un único desarrollador, el británico Cole Jefferies. Y lo mejor es que no se nota en absoluto.