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lunes, 8 de junio de 2015

Kung Fury: Street Rage [indie-o-rama]

«¿Y si probamos a poner la fecha del ordenador en la Segunda Guerra Mundial? ¡Ah! ¡No se puede! Lo más lejos que puedo ponerlo es 1980. A lo mejor es con 1985… No, tampoco.» Kung Fury: Street Rage es tan simple que nos preguntábamos si hay algo más escondido, alguna sorpresa inadvertida. Sobre todo después de ver tres ficheros con los nombres level0, level1 y level2 en el directorio raíz del juego. ¿Cómo se cambia de nivel? ¿Hay algún truco? ¿Qué ocurre si llegas a lo alto de la tabla? Es muy refrescante encontrarme discutiendo cosas como estas sobre un juego. Y tal vez no haya nada más allá de intentar superar el récord anterior, pero hay veces que con eso es más que suficiente.

Como no podía ser de otra forma, este es un juego de aspecto arcade con gráficos pixelados y un funcionamiento de lo más sencillo, probablemente inspirado en One Finger Death Punch, que bien podría añadirse junto a él a la lista recopilada por Xabi en su 5×5 – Arcades quematiempos. Sólo hay dos posibles acciones: golpear a la derecha y golpear a la izquierda. El desafío es memorizar la secuencia para eliminar los distintos tipos de enemigos y aguantar lo más posible, aumentando ese multiplicador que transformará cada golpe en un puñado de puntos necesarios para poder subir puestos en la tabla de puntuaciones. Nada muy original, en realidad. Su interés radica en el conjunto del proyecto detrás de él, que lo convierte en una obra maestra.

Y es que Kung Fury es uno de esos proyectos tan bien cuidados en todos sus aspectos que te devuelven un poco de esa fe en la humanidad que tan difícil es de recuperar hoy día. Allá en diciembre de 2013 pudimos ver a un cineasta sueco, fugado del mundo de los comerciales para televisión y vídeos musicales, lanzar una campaña de KickStarter con el objetivo de recaudar fondos para su proyecto inspirado en las películas de acción de los años 80. Con las ideas y objetivos claros, y un trailer de los que dejan con la boca abierta, la campaña fue un éxito alcanzando más de 600.000€, triplicando la cantidad requerida.

Volamos hasta el 28 de mayo de 2015, momento en el que muchos aguardamos impacientes el estreno, viendo en directo una premiere de andar por casa previa al lanzamiento de la película. Por el camino habíamos visto al mismísimo Michael Knight cantando una canción, que aun no se me va de la cabeza, como tema principal de la banda sonora. Entre las entrevistas que se suceden en el improvisado streaming, uno de los backers del proyecto, desarrollador de videojuegos, comenta cómo la película atrae especialmente a aquellos relacionados con la industria del videojuego. Y en un pequeño desliz, le cuenta a la audiencia las ganas que tiene de ver el juego. Era una sorpresa, el videojuego sería lanzado al día siguiente del estreno de la película.

El film no decepciona: hay explosiones, dinosaurios, vikingos, nazis, máquinas recreativas asesinas y toneladas de acción loca condensado todo en tan solo 30 minutos. Un estreno gratuito en YouTube es el perfecto cierre a una campaña de KickStarter como debe ser: sin promesas irrealizables, simplemente aportaciones humildes para ver completa esta obra, que de otra forma hubiera sido imposible. Da gusto ver que KickStarter aun puede servir su propósito inicial, sin la interferencia de esas grandes producciones que lo desvirtúan en pos de una reducción de riesgos.

En cuanto al juego, no decepciona tampoco. Es un juego que funciona por su sencillez y al igual que el film, te deja con ganas de más, lo que es curioso teniendo en cuenta que es un juego basado en oleadas de enemigos sin fin. Aunque es un lema satírico el que se lee en una de las capturas de pantalla promocionales, «Real Martial Arts Combat» no está falto de cierta veracidad, pues para dominarlo también hace falta disciplina, concentración y perfeccionamiento de esas secuencias de golpes.

Kung Fury Real Martial Arts

Hubiera sido difícil pensar en una adaptación más compleja, al menos no sin otra campaña de recaudación de fondos y un año de desarrollo. Hemos visto infinidad de videojuegos basados en películas y por lo general suelen tener el problema de estar realizados con prisa, excesivamente ambiciosos para lo ajustado del calendario, resultando en proyectos mayormente mediocres. Pero Kung Fury: Street Rage, ha sabido contenerse, acertando con el diseño, el estilo visual y sonoro, y el precio: dos euros que bien a gusto nos hubiéramos gastado si este juego hubiera existido en una recreativa. Los desarrolladores han sabido ver las fortalezas de la franquicia, resultando un producto que enriquece el conjunto del universo ideado por David Sandberg, transmitiendo golpe tras golpe ese amor nostálgico hacia los 80 que, afortunadamente, tantas veces vemos recompensado en esta publicación. Sin pretensiones, sencillo, eficaz, bien pulido, y lleno de pequeños detalles y referencias, que lo convierten en una delicia jugable que no se puede dejar pasar después de ver la película.

Kung Fury en su totalidad es una de esas pocas obras que uno se alegra de haber vivido, es difícil hacerle justicia con una simple crítica, y estoy seguro de que será muy interesante ver cómo se desarrolla en los años venideros. Por el momento ahí estamos, disfrutando con el juego. Deseando encontrar un easter egg, intentando batir el record de nuestros amigos, incluidos automáticamente en la lista de puntuaciones, para tal vez quizá llegar a colocar nuestro nombre en el primer puesto.